Fernando Irala

Concatenaciones / La encarnación de la Patria

Vivimos días aciagos, en que el tono del desencuentro político en nuestro país ha alcanzado estridencias absurdas, y hay quienes en ese ambiente, a punto de envolverse en la bandera nacional, proclaman a su líder encarnación de la Patria.

Peligroso lenguaje, que denota intolerancia y tendencias al autoritarismo pleno. ¿Cómo en una democracia puede calificarse de traidores a quienes se oponen al régimen?, ¿dónde queda la libertad de pensamiento y expresión?, ¿dónde la Constitución y las leyes?

Bastaría recordar la frase de Voltaire, el filósofo de la Revolución Francesa: “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo”.

Pero nuestros políticos de hoy y de este México están muy lejos de París, y el espíritu civilizatorio les es aún más remoto.

Algo debería decirles la reflexión de Mao, el líder del Partido Comunista de China, en cuyo nombre aún se gobierna en esa nación, que llamaba a que “cien flores florezcan y cien escuelas de pensamiento compitan”, como principio de cultura política.

Aquí y ahora quienes disienten del régimen son tachados de traidores. No hay mucho qué decir. O tal vez sí, demasiado.

Esta vez, en un espacio que de origen no es literario, quien esto escribe se queda con el célebre poema de José Emilio Pacheco, el gran escritor mexicano desaparecido la pasada década.

“Alta traición” se llama, y nos tomamos la libertad de transcribirlo.

 

No amo mi patria.

Su fulgor abstracto

es inasible.

Pero (aunque suene mal)

daría la vida

por diez lugares suyos,

cierta gente,

puertos, bosques de pinos,

fortalezas,

una ciudad deshecha,

gris, monstruosa,

varias figuras de su historia,

montañas

-y tres o cuatro ríos.

 

 

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