ARNULFO VALDIVIA MACHUCA

No tientes al diablo

Era la noche del sábado 20 de agosto de 1791 en Bois Caïman, en la colonia francesa de Saint-Domingue. El ambiente aún sudaba la humedad pesada de las lluvias huracanadas de esa tarde canicular en el Caribe profundo. El sacerdote vudú Dutty Boukman celebraba alrededor de una atizada fogata lo que era a la vez un mitin político y una ceremonia religiosa. El objetivo: iniciar una revolución que permitiera a los esclavos haitianos emanciparse de sus opresores galos y constituirse al tiempo como una nación independiente; un espacio de libertad individual y progreso compartido que sólo en sueños podían entonces imaginar.

En medio de los vientos de libertad que entonces insuflaban el corazón de la inquieta América, esas aspiraciones no eran extrañas. La mecánica del compromiso revolucionario es lo que, en el caso haitiano, fue particular. Aquellos padres fundadores no escribieron un manifiesto ni redactaron una constitución. El acto fundacional fue distinto: después de beber sangre de un cerdo negro, los asistentes firmaron con su propia sangre un pacto con Satanás, prometiéndole sus almas a cambio de libertad. 13 años después, con todo el simbolismo del número, Satanás cumplió: los franceses dejaron la isla y Haití nació como país.

Pero Satanás ha cobrado caro el favor. Haití es hoy la economía 170 de 189 en el mundo, el país 170 de 188 en el Índice de Bienestar Humano de la ONU y ocupa el lugar 142 de 150 en el Índice de Felicidad Global. Eso no es extraño. Satanás siempre cobra caros los favores. Si hablamos en términos modernos de negociación, los revolucionarios haitianos cometieron errores garrafales en su estrategia de negociación con Satanás.

Diez son las tácticas duras de negociación que encontrarás en todo moderno Satanás que enfrentes: demandas excesivas, declarar incapacidad para otorgarte beneficios, retirarse de la mesa, solicitarte concesiones sin ofrecer alguna, exigencias crecientes, insultos personales, mentir y exagerar, amenazas, descalificación de tus ofertas y quitar para no dar.

Al final, el estilo negociador de Satanás se reduce a un objetivo: crear valor para sí mismo sin dejar espacio para crear valor conjunto. Por eso, por atractivo que parezca un trato, si tu contraparte es un Satanás, difícilmente llegarás a buenos resultados. Satanás no llega a negociar, llega a robar tu alma.

Boukman se decía inmortal por los innumerables pactos que había generado con el demonio. Sin embargo, en noviembre de 1791 fue apresado por los franceses, su cuerpo quemado y su cabeza exhibida públicamente en una estaca. Satanás no negocia y lo que negocia no lo cumple. Retírate y no tientes al diablo. Creer que lo puedes engañar es perder tu tiempo o, en el caso de Boukman, la vida. Este es el consejo infernal de tu Sala de Consejo semanal.

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