CARLOS RAVELO

En las Nubes / Mujer que sabe latín

Empezamos a leer de Olga Wornat, Felipe el oscuro, libro que nos trajo la nieta Ximena Guadalupe, luego de que el colega Jairo Calixto Albarrán, en la penúltima página de Milenio, de hoy, nos hace una estupenda síntesis.

Tal como sabe hacerlo, con su prosa satírica, pero cierta.

Y doña Tati que lo pidió ayer, seguimos con la historia de la escritora Rosario Castellanos.

Una descarga eléctrica acabó con su vida; al respecto, la escritora mexicana Martha Cerda apuntó:

“Yo creo que se suicidó, aunque ya tenía tiempo de sentirse muerta”.

La también poetisa y novelista eligió parte del antiguo refrán:

“Mujer que sabe latín, ni tiene marido ni tiene buen fin” para englobar sus textos sobre feminismo porque, amparados en este dicho, los hombres cerraron las puertas del conocimiento al sexo débil hasta casi la mitad del siglo XX.

En esta radiografía de la mujer mexicana, Rosario Castellanos plantea que la razón por la cual se elaboró una moral muy rigurosa para el sexo femenino fue, obviamente, para preservar su ignorancia y así mantener a la mujer sujeta a los convencionalismos sociales impuestos por el hombre.

Esta situación provocó durante siglos una realidad trágicamente triste para la mujer, quien debía esperar a un hombre ideal que nunca llegaba.

Tenía que conformarse con aquel que la desposara, pues ella aceptaba que estaba destinada exclusivamente a las tareas de la casa y la maternidad.

Sin embargo, Castellanos reconoce que la imagen del hombre no tiene que ser necesariamente la de un ogro o la de un santo.

Yo leí «Mujer que sabe latín» y «El mar y sus pescaditos» y ambas obras las comenté en La biblioteca de Arcadia

Esta ocasión, nos dice la escritora e historiadora Norma Vásquez Alanís, nos permitimos hablar de ella.

Rosario Castellanos nació en Ciudad de México el 25 de mayo de 1925 y murió en Tel Aviv, Israel, el 7 de agosto de 1974. Después de su nacimiento fue llevada a Comitán, Chiapas, tierra de sus mayores, donde pasó su infancia y pubertad en un entorno social discriminatorio para la población indígena.

Castellanos se graduó de maestra en filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México (1950) y en la Universidad de Madrid llevó cursos de estética y estilística.

A su regreso a México fue promotora de cultura en el Instituto de Ciencias y Artes de Chiapas, en Tuxtla Gutiérrez (1952).

Con la beca Rockefeller (1954-55) escribió poesía y ensayo, luego trabajó en el Centro Coordinador del Instituto Indigenista de San Cristóbal las Casas, en Chiapas (1956-57) y en el Indigenista de México fue redactora de textos escolares (1958-61).

También ocupó la jefatura de Información y Prensa en la UNAM cuando el rector era el doctor Ignacio Chávez (1961-66) e impartió las cátedras de literatura comparada, novela contemporánea y seminario de crítica en la Facultad de Filosofía y Letras (1961-71).

En Estados Unidos fue maestra invitada por las Universidades de Wisconsin y Bloomington (1966-67) y en Israel en la Universidad Hebrea de Jerusalén, desde su nombramiento como embajadora de México en ese país (1971), hasta su muerte.

Cultivó todos los géneros, especialmente la poesía, la narrativa y el ensayo; colaboró con cuentos, poemas, crítica literaria y artículos de diversa índole en suplementos culturales de los principales diarios de México y en revistas especializadas nacionales y del extranjero.

Entre su obra destacan sus novelas ‘Balún Canán’ y ‘Ciudad Real’. Su libro de cuentos ‘Oficio de tinieblas’. Sus relatos reunidos en ‘Los convidados de agosto’ y ‘Álbum de familia’ y su obra lírica contenida en el volumen titulado ‘Poesía no eres tú’.

Una descarga eléctrica acabó con su vida; al respecto, la escritora mexicana Martha Cerda apuntó: “Yo creo que se suicidó, aunque ya tenía tiempo de sentirse muerta”.

Una prosa lúcida, anecdótica, desafiante y clara encontrará el lector en una serie de ensayos de la escritora mexicana Rosario Castellanos, reunidos en el volumen ‘Mujer que sabe Latín’, cuyo tema central es la condición femenina.

De la lectura de esta treintena de artículos, en los cuales lo femenino es un tema circular, se desprende una clara consciencia del problema que significaba para su autora la doble circunstancia de ser mujer y mexicana.

La pasión de Castellanos por entender el porqué de las cosas está claramente reflejada en esta obra, en la que analiza las desventajas sociales del sexo femenino -sin caer en radicalismos- y llega a la conclusión de que para que la mujer pueda liberarse de las ataduras a que está ceñida y que la colocan en una situación de objeto, debe formar conciencia, despertar el espíritu crítico y reconocerse a sí misma como sujeto.

En esta obra, que en su cuarta reimpresión publicó el Fondo de Cultura Económica en junio de 2010 dentro de su colección Letras mexicanas, la escritora revela la situación de la mujer como una condición múltiple y contradictoria:

víctima y culpable, superflua y frágil, ambivalente ante los deseos de su cuerpo y masoquista en su visión del matrimonio y del parto.

Su formación académica en filosofía le permite a la autora discurrir sobre los enfrentamientos propios del mundo femenino como la sexualidad, la maternidad y el rechazo social, recorriendo los mitos y las culturas para tocar la esencia primitiva.

En esta serie de ensayos -contenidos en un volumen de 165 páginas- Rosario Castellanos pone en evidencia las aristas de la soledad, de la pasión y del erotismo, utilizando su arma liberadora: la ironía.

Una buena parte de sus artículos los dedica Castellanos a hacer un examen literario de varias escritoras, algunas contemporáneas suyas, la mayoría de las cuales infringieron la regla de la pasividad.

Entre ellas incluye a Sor Juana Inés de la Cruz, Virginia Woolf, Isak Dinesen, Simone Weil, Natalia Ginzburg, Silvina Ocampo, Doris Lessing, Ivy Compton-Burnett, Agatha Christie y Simone de Beauvoir, entre otras.

En todos los casos explica las circunstancias en que estas mujeres tuvieron un acercamiento con la literatura y el oficio de escribir, como ella misma, que estaba consciente de tener una vocación literaria fuerte, aun cuando esta misma la atormentaba por la autoexigencia que se imponía para llevar a cabo sus proyectos; siempre fue muy autocrítica de su escritura.

El libro ‘Mujer que sabe latín…’ también contiene relatos autobiográficos de la autora, en los cuales sus emociones brotan en la hostilidad gratuita y la víctima es ella misma.

Es un texto básico para los estudios sobre la condición femenina en el siglo XX.

Aunque se han logrado avances evidentes, es imposible afirmar que en la sociedad actual existe una justa igualdad de condiciones entre géneros.

craveloygalindo@gmail.com

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