FERNANDO IRALA

Concatenaciones / El absurdo, y cómo explicarlo

Casi en la clausura del periodo de sesiones de la Cámara de Diputados, el Presidente les hizo llegar su iniciativa de reforma electoral.

Así fue llamada, pero en realidad es mucho más que eso: no sólo cancela el actual Instituto Nacional Electoral y el Tribunal del ramo, que serían sustituidos por nuevas estructuras, sino que además recorta radicalmente el financiamiento público de los partidos políticos y, lo más relevante, plantea una distinta composición del Poder Legislativo, que abandonaría el principio fundamental de la representación directa, complementada con la asignación de proporciones, para ser elegido por listas, con asientos asignados según los resultados electorales.

Se trata de la iniciativa ninini, pues hay al menos tres razones para que no sea viable.

Ni es posible que el Congreso acepte la desaparición del INE, luego de más de tres décadas, en que hemos transitado de los procesos electorales controlados por la Secretaría de Gobernación a organismos autónomos que organizan y vigilan los comicios para impedir trampas y fraudes.

Ni es aconsejable que a los partidos se les recorte el financiamiento de sopetón, pues esa medida sólo beneficia al que está en el poder, el cual dispone de la estructura gubernamental así como de muchas vías para hacerse de recursos.

Ni hay razones para desaparecer la elección directa de legisladores para sustituirla por listas de elección proporcional; todo el sentido de la política es que la gente elige en cada lugar al candidato que “le late”, le inspira, le gusta; tendría más sentido reducir, que no anular del todo la parte proporcional.

¿Por qué se plantea un absurdo que no transitará, al final del periodo legislativo, y sin ninguna negociación previa con las fuerzas políticas?

Hay muchas razones que pueden analizarse, pero una es evidente: es un muy buen tema para distraernos del desastre en el que ya estamos y que se va a poner peor, con una economía paralizada en que el producto per cápita es cada vez menor, una inflación desbocada, una pobreza creciente, la criminalidad incesante, los feminicidios al alza, la tragedia de los servicios de salud, la conversión del sistema educativo en un esquema de adoctrinamiento, el fracaso del AIFA, el arrasamiento de la selva por el Tren Maya.

Y ya no le seguimos, porque ahora es el momento de satanizar al INE.

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