FRANCISCO HERNÁNDEZ SILVA

Un Rector en caída libre

Ni la inclusión de John Ackerman en la nómina de la UNAM con un presupuesto millonario para financiar sus proyectos, ni la protección al acosador abogado de Félix Salgado Macedonio, ni tampoco los constantes guiños a Claudia Sheinbaum encumbrando a Luis Álvarez Icaza, le servirán a Enrique Graue para salvarse de la que parece una inminente persecución al estilo 4T.

El rector de la UNAM se ha convertido, no solo en un compañero de viaje incómodo sino en un indeseable dentro del proyecto político del presidente López Obrador. Si alguna vez fue real la consideración de convertirlo en el relevo de Jorge Alcocer en la Secretaría de Salud, es evidente que eso ya no está en los planes del presidente.

Las palabras del mandatario acusando a la UNAM, por enésima ocasión, de no estar del lado de su “proyecto transformador”, pero además responsabilizando justo al gremio médico de una abierta falta de solidaridad, tanto en el manejo de la pandemia como en el compromiso con los sectores más desfavorecidos de la población, dejan ver que el malestar presidencial se concentra, de forma especial aunque no necesariamente única, en la cabeza de la universidad.

Las señales y reflexiones que la nueva andanada presidencial contra la UNAM deja para el análisis son, por lo menos, tres contundentes:

1.- Llegó a su fin la era de los médicos al frente de la universidad nacional. Inaugurada por Juan Ramón de Fuente y seguida por José Narro, esta termina con el gris Enrique Graue, quien nunca se ha visto ni cómodo ni innovador en la Rectoría, donde además quedó exhibido por su propio discurso contra el acoso, cuando se descubrió que es el defensor del principal acosador en la UNAM: Eduardo López Betancourt.

Es cierto que la UNAM es autónoma y seguro hará valer esa autonomía al momento de elegir al sucesor de Graue, pero los integrantes de la Junta de Gobierno no tragan lumbre y no van a exponer a la institución a un choque con las autoridades del Gobierno Federal, solo para continuar con el encumbramiento del grupo de médicos, que tienen ya 22 años seguidos manejando la universidad.

El antecedente político de la bomba que López Obrador soltó el lunes sobre los médicos unamitas está en el anuncio, apenas dos días antes, de la destitución de Enrique Graue de la Junta de Gobierno del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición, Salvador Zubirán, donde fue relevado nada menos que por el director general del Instituto Politécnico Nacional.

2.- La doble humillación al rector Enrique Graue no tiene, con todo respeto como lo dijo el presidente López Obrador, precedente en la época moderna. Hace mucho que las autoridades universitarias y el Gobierno federal no vivían un momento tan tenso entre ellas. Eso, inevitablemente, obliga a pensar en la posibilidad, más real que nunca, de que Graue no termine los dos años de gestión que aun le quedan. La situación implicaría un adelanto en el relevo en Rectoría, justo porque su rector parece volverse insostenible, incómodo y, lo más importante: altamente inconveniente para la propia UNAM. Guste o no, la universidad no se jugaría su resto en una disputa institucional con el gobierno porque su principal fuente de financiamiento es justo el presupuesto público. Si el ambiente no se normaliza, antes que arriesgar a la UNAM, Enrique Graue Wiechers tendría que dar un paso a un costado y colaborar en una renovación, aunque fuera adelantada, institucional de la Rectoría.

3.- Al presidente le tiene particularmente molesto que la mayoría de las facultades y escuelas de la UNAM desoyeron su llamado para regresar a clases presenciales. Alguien desde dentro de la UNAM, hay muchos posibles, le ha informado al mandatario que el rector Graue, simplemente no hizo su trabajo, pues en lugar de forzar el regreso a clases, dejó en libertad a los directores y directoras, para que fueran ellos quienes, con sus comunidades, decidieran cuándo les parecía oportuno retomar las clases presenciales. Ese asunto es otro de los puntos negros en el expediente de Graue, que molestaron en serio al presidente.

4.- Actualizado el escenario del relevo anticipado (quizá eso sea lo que busca el presidente con sus críticas recurrentes a la UNAM y ahora las acusaciones directas a su rector médico), para nadie sería extraño que diferentes figuras de la 4T con algunos lazos dentro de la universidad, trataran de influir en el proceso de selección del nuevo rector.

Aunque intentarlo es una cosa y lograrlo otra muy diferente porque los costos de tratar de manipular la elección de rector pueden ser altísimos aún para un presidente popular como López Obrador, solo alguien sumamente ingenuo descartaría la posibilidad de que, desde la 4T, se intente cargar los dados en la selección del rector que sucederá a Graue; más aun si el relevo es anticipado.

Las autoridades gubernamentales y el propio presidente López Obrador, deberían tener claro que la UNAM no es el CIDE, por lo que forzar una intervención para apoderarse de su Rectoría y quebrantar la autonomía, implicaría pelear en serio con las y los estudiantes; algo que tampoco parece conveniente al arranque del último tercio del sexenio.

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