OPINIÓN

Hechos y nombres / El PAN de Marko Cortés y Jorge Romero

Alejandro Envila Fisher

Marko Cortés se encuentra ante la disyuntiva de ser la clave para hacer fluir la transición del PAN o acabar como su dirigente más pequeño, manipulable y desinformado y no solo como otro político del montón, sino asociado a la corrupción que se apoderó de Acción Nacional y acabó costándole la Presidencia de la República en 2012.

La designación de Jorge Romero Herrera como el coordinador de la nueva fracción parlamentaria del PAN en San Lázaro indica que Cortés no está a la altura de las circunstancias y, por lo tanto, definitivamente no es la persona que el PAN necesita para actuar como el eje de una alianza opositora hacia 2024.

Si solo la mitad de lo que se comenta sobre él es cierta, Jorge Romero Herrera es la mejor prueba de que la corrupción política no es característica exclusiva ni del PRI ni de los políticos de viejo cuño. Panista siempre y joven aún, representa todo lo que la sociedad repudia de la partidocracia. En su “hoja de servicios” se incluye, según dicen sus “amigos” y también sus enemigos, desde tráfico de influencias y concesión indebida de licencias y permisos de construcción en la Alcaldía Benito Juárez, hasta manipulación del padrón de militantes del PAN capitalino a partir de que encabezó al partido para construir la red que primero llevó a Mariana Gómez del Campo a la dirigencia local sobre Carlos Gelista. Cumplida la misión, Romero mantuvo las riendas del PAN capitalino y desde entonces ha influido como nadie, o manejado a su antojo en muchos casos, los procesos internos de selección de candidatos en la CDMX.

A todo esto, que ya es bastante, hay que agregarle ahora lo revelado por Leticia Robles de la Rosa en un espléndido texto publicado apenas el 13 de agosto en Excelsior bajo el título El PAN y el coletazo de Toledo, donde palabras más palabras menos, la periodista describe una trama de corrupción legalizada, con invasión de competencias y tráfico de influencias en la anterior legislatura del Congreso de la Ciudad de México, de la que fueron responsables Toledo, hoy refugiado en Chile, Leonel Luna, fallecido hace meses en un accidente automovilístico, y nada menos que Jorge Romero Herrera, quien por un pacto con Marko Cortés que huele a corrupción, está a punto de tomar las riendas de la coordinación de la fracción parlamentaria panista en San Lázaro.

Cortés, un michoacano menospreciado por el calderonismo que nunca pudo ganarle una candidatura a Luisa María Calderón en su tierra, fue rescatado, protegido y guiado por Santiago Creel Miranda hasta convertirlo en el beneficiario de la debacle panista que representó la derrota de Ricardo Anaya. La coyuntura electoral de 2021, que derivó en una alianza opositora entre PAN, PRI y PRD, catapultó a Cortés a niveles insospechados cuando su partido resultó el beneficiario del voto de castigo de las clases medias al gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador.

Sin embargo Marko Cortés nunca admitió, ni entendió, que la rebelión de las clases medias contra López Obrador y Morena no fue construida ni encabezada por el PAN, sino por la sociedad. Ante el desprestigio priista, Acción Nacional recibió los votos de una sociedad civil enojada con Morena y cansada del tricolor. Fue el malestar social y la ausencia de opciones, no la habilidad política ni la autoridad moral del PAN y su dirigente, lo que llevó la mayoría de los votos clasemedieros al blanquiazul.

Cortés no reconoció, ni reconocerá, que su partido fue solo el vehículo de expresión del enojo social contra el gobierno en turno. Ahora, con el resultado y los legisladores y alcaldes ganados por el voto de la sociedad contra Morena, el michoacano pretende erigirse en la cabeza visible de una alianza partidista que tiene una pobre y desprestigiada militancia, pero que no quiere reconocerle peso electoral a la sociedad.

La decisión de designar a Romero como coordinador parlamentario muestra un lado muy oscuro de Marko Cortés, quien exhibe su desconocimiento del PAN en la Ciudad de México, pues parece haberle creído a Jorge Romero el cuento de que fue él con su grupo de panistas capitalinos quien derrotó a Claudia Sheinbaum, o sabe perfectamente quién es Romero Herrera y ha celebrado un pacto con él para beneficiarse de la asociación con el jefe de la mafia panista capitalina.

En el camino de su “maduración política”, Marko Cortés hizo lo mismo que Ricardo Anaya en su momento: traicionó a su protector y promotor, Santiago Creel Miranda, para pactar con otro panista que, igual que él, no conoce absolutamente nada de los principios fundacionales de Acción Nacional, pues nunca escuchó un discurso ni vio un debate de Carlos Castillo Peraza o de Luis H. Álvarez y, sin embargo, hoy usufructúan el membrete blanco y azul.

Lo peor de la decisión de Cortés es que con Jorge Romero no habrá manera de que la alianza opositora avance mucho hacia 2024, pues en la Jefatura de Gobierno tiene bien documentadas las corruptelas de la mafia inmobiliaria del nuevo coordinador panista y, con esas pruebas, sin duda harán que el coordinador parlamentario sea un opositor dócil, o de plano un operador encubierto de Morena.

@EnvilaFisher

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