Fernando Irala OPINIÓN

Inflación, carestía, alzas sin fin

Más de siete puntos porcentuales sumó la inflación en México el año pasado, ha informado el INEGI, y no parece estar bajando al iniciarse el nuevo ciclo. Más bien, ha resultado más dura, y se prolongará más, la llamada cuesta de enero, luego de los gastos de las fiestas decembrinas y de Reyes, y por la subida de precios de muchos productos básicos.

Cuando la inflación crece, se produce además el efecto de que el gobierno nos informa de un promedio en el crecimiento de los precios, pero muchos artículos de consumo básico en realidad suben mucho más que ese promedio. Si uno recorre cualquier mercado, encontrará que muchas frutas y verduras, cárnicos y aves, están ahora mucho más caros.

Se ha vuelto emblemático el caso del limón, pero también ocurre con los tomates y jitomates, las calabazas, las toronjas y naranjas, los plátanos y los camotes. En la vida diaria el gas, la gasolina, la electricidad, nos cuestan más, y no consuela el recuerdo de antiguos gasolinazos, sobre todo si va acompañado de la evocación de viejas promesas de bajar el costo de los combustibles.

La llegada de una nueva oleada del Covid traerá aparejadas nuevas dificultades económicas, entre las más graves desempleo e inflación, como ya lo hemos vivido. Es decir, nos ha ido mal y es previsible que este año nos vaya peor.

Y como ya ocurrió en las primeras oleadas de la epidemia, no habrá ningún apoyo para el aparato productivo, de manera que sobrevivirán los más fuertes y resilientes, pero muchos otros negocios cerrarán sus puertas.

Así que junto a la inflación que continuará en altos niveles por algunos meses, o tal vez más, la economía mexicana sufrirá de la parálisis que en promedio observa desde finales de 2018. El fenómeno se llama estanflación, una nación paralizada y un crecimiento de precios que no cesa.

¿Es éste el régimen en el que estaríamos mejor?

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