Los vuelcos discursivos del presidente Andrés Manuel López Obrador, siempre traen referencias históricas de su pasado político y de lo que le tocó vivir de cerca. Su reciente declaración de que Morena no es “un partido de Estado como lo fue el PRI”, se enmarca en aquella frase noventera expresada por el expresidente Ernesto Zedillo Ponce de León de mantener lejanía entre el PRI y el gobierno. A la postre le costó al partido la primera derrota electoral en 2000.
En 1994, el tabasqueño fue candidato del PRD a Tabasco. Y ya comenzaba a impulsar su propio movimiento político en lo que se llamó Éxodo por la Democracia. Eran sus primeras movilizaciones de largo aliento. Estaba a gusto en el PRD pero su visión de partido siempre fue distinta a la de la cúpula.
En ese mismo año, en mayo, Zedillo señaló: “no queremos un Estado que se apropie del partido ni un partido que se apropie del Estado”. Tambien trazó líneas para transformar al PRI y mencionó que el tricolor “debería de tomar distancia del gobierno”. Sobre todo las relaciones entre “el presidente de la República y el partido”.
Recientemente, la amenaza del presidente Andrés Manuel López Obrador es contundente: serán despedidos y denunciados ante la Fiscalía General de la República (FGR) y la Fiscalía electoral los servidores públicos que intervengan en la elección interna para la dirigencia de Morena, ya que no son un partido de Estado como lo fue el PRI.
Las similitudes del discurso de la separación partido-poder presidencial son impresionantes en esa necesidad histórica de separar al partido que se encuentra en el poder. Zedillo propuso que el priísmo impulsara un órgano electoral autónomo, ello en referencia al desarrollo de un proceso interno, de aquel primer ejercicio entre priístas se coronó como candidato a la presidencia Francisco Labastida Ochoa.
Ahora, López Obrador y en su cruzada anticorrupción amenaza que quien intervenga en los procesos internos de los partidos y en particular en el proceso de renovación de la dirección en Morena va a ser despedido del gobierno.
Aunque Zedillo y López Obrador jamás congeniaron políticamente en la década de los 90, ahora se demuestra que alejarse del partido que los llevó al poder es una muestra de que ellos están por encima del membrete que los llevó a ocupar la Silla del Águila.
La lejanía del PRI, marcada por Zedillo fue la inflexión necesaria para que los priístas comenzaran a sentir la orfandad política. El resultado fue la llegada del panista Vicente Fox al poder. Desde ese momento, el PRI navegó con timidez y, con cautela, estaba a merced de un partido que tenía la obligación de castigar al malo de la historia. Pero no pasó.
López Obrador ya se deslindó del partido por segunda ocasión. El miércoles 2 mencionó que al terminar su sexenio se retirará de la vida política y partidista. El jueves vuelve a marcar lejanía con Morena y sus proceso interno. Así comenzó el abandono del poder del PRI hace 19 años. En este nuevo escenario la sana distancia versión 4T es un componente vólatil que sin la guía de López Obrador no se ven buenos vientos para Morena.
Israel Mendoza Pérez / Dobleces
@imendozape