JESÚS ZAMBRANO

Dos visiones, dos Méxicos, dos caminos

Otro México es Posible, un México mejor. Eso decimos todos los días la mayoría de las mujeres y los hombres de este gran país. Lo dicen los del gobierno y lo sostenemos desde la oposición, y lo desean quienes no tienen partido o son apáticos a la política, o la detestan porque sienten que no les ayuda en nada estar con uno u otro partido.

Pero en la realidad, lo que vivimos son dos grandes visiones y dos esenciales tipos de propuestas sobre cómo lograr un país en el que, como diría Mario Benedetti, “la gente viva feliz, aunque no tenga permiso”.

Estas visiones y propuestas tienen como base el hecho de que vemos dos Méxicos diferentes: Uno es el que se mira con los lentes de Palacio Nacional, que se han ensimismado con sus programas gubernamentales y se embelesan con las encuestas que otorgan al presidente una calificación aprobatoria, aunque todas las políticas públicas sean reprobadas por la gente que no pierde la fe en que se hagan bien las cosas y no puede aceptar que, una vez más, se haya equivocado para lograr “un cambio profundo”.

Desde esa óptica, el país va bien. Su estrategia de combate a la inseguridad está funcionando porque “se están atacando las causas de la delincuencia al sacar a centenares de miles de jóvenes de la marginalidad” con programas sociales.

La desigualdad va disminuyendo; la corrupción es cosa del “pasado neoliberal”, a tal grado que ante la Asamblea General de la ONU se pronunciará un discurso sobre cómo -acabando con la corrupción- se resolverán los problemas del mundo.

En el combate a la pandemia somos ejemplo para todos los países. Y así, en cada uno de los rubros fundamentales de la vida nacional, la valoración sobre México es que vamos por el camino correcto, venciendo obstáculos de “los adversarios, los defensores del viejo régimen, los neoliberales conservadores”.

Desde la oposición, la visión es diametralmente distinta: Las cosas no van bien. La pobreza y la pobreza extrema crecen y con ello, la desigualdad social. La inseguridad se ha disparado y la estrategia de combate a la delincuencia no solo ha fracasado, sino que ha llegado a niveles de inmoralidad y de riesgo para la seguridad nacional al aliarse el gobierno con la delincuencia para ganar elecciones.

Los derechos y libertades elementales están en peligro, los de las mujeres, de los jóvenes, de la diversidad sexual, y la democracia misma porque avanzamos hacia un régimen autoritario con grandes dosis dictatoriales.

La libertad de opinión, la de cátedra e investigación están amenazadas, como la autonomía universitaria y la del INE. La biodiversidad y el medio ambiente mexicanos están en peligro porque no se quiere emigrar hacia energías limpias.
Así, pareciera que vivimos en dos Méxicos diferentes. Desde ambas visiones hay largos etcéteras para argumentar sus respectivas valoraciones. Y esa es la razón de que -desde el gobierno- se alimente la polarización política ahora trasladada a tres terrenos: el del presupuesto de egresos para el 2022, la Consulta Popular para la “Revocación” o “Ratificación” de Mandato, y la Reforma Energética.

Desde el lado oficial, la consigna es sacar todas estas propuestas, cueste lo que cueste.

Del lado opositor están las alternativas para reorientar el rumbo del país, sus argumentos para demostrar los equívocos gubernamentales, así como sus votos en bloque para evitar reformas regresivas a la Constitución; demostrar la irracionalidad de un gasto de 4 mil millones de pesos para ir a una consulta que no pide la oposición para que AMLO se vaya ya.

El país no merece seguir así. Por éso, es hora de que la sociedad levante su voz y se haga escuchar. Que los universitarios, los investigadores y científicos, los ambientalistas, todos los que están siendo agredidos se visibilicen y organicen y configuren un movimiento amplio en defensa de sus derechos, de las libertades y la democracia.

Jesús Zambrano Grijalva
@Jesus_ZambranoG

Artículos relacionados

Deja un comentario