JESÚS ZAMBRANO

¡No vayamos a pique!

La descomposición del país continúa aceleradamente en todos sus rubros fundamentales, aun cuando un importante sector de nuestra sociedad se sigue alimentando con la visión soporífera del México ilusorio tejido desde Palacio Nacional, con lo cual retroalimenta algunas encuestas -manejo propagandístico de por medio- para avivar el ánimo triunfalista del presidente.

La realidad que todos los días nos golpea en la cara y en los bolsillos no miente. Sus datos son duros. La inflación crece y está galopando como no había sucedido en los últimos 20 años, además de que no hay los empleos requeridos, ni siquiera para reponer los perdidos en dos años de  pandemia, porque la economía está estancada debido a la irresponsabilidad gubernamental al no otorgar apoyos a las Mipymes,  generar incentivos y dar certidumbre jurídicas a la inversión privada nacional y extranjera. El ofrecido crecimiento del 4 y 6 por ciento anuales fue mera demagogia de campaña para engañar a los votantes.

¿El combate a la corrupción? ¿Que ésta se barre como las escaleras, de arriba hacia abajo? ¡Todo eso es una farsa! Hoy aparecemos como un país más corrupto que en años anteriores según todas las mediciones internacionales y la del INEGI. En lugar de fortalecer el Sistema Nacional Anticorrupción y el Instituto Nacional de Acceso a la Información, hoy quieren desaparecerlos, y se califica como adversarios a los medios de comunicación que denuncian los escandalosos actos de corrupción del hijo mayor del Presidente, a sus hermanos y familiares a quienes exonera. Los principales contratos para las obras emblemáticas de este gobierno se otorgan sin licitación pública y se reserva su información por “razones de seguridad nacional”. Pequeño se ve el escándalo de la llamada “casita blanca” de Peña Nieto comparado con esta ignominiosa desfachatez gubernamental.

“Primero los pobres”, “acabar con la pobreza”, “reducir la desigualdad social”, “contar con un sistema de salud como los escandinavos”, fueron mera palabrería de campaña y lo ha sido en más de tres años de gobierno en los que no se deja de echar la culpa a “los neoliberales del pasado”.

La realidad es que hoy tenemos más pobres que en el 2018, más gente en pobreza extrema y amplísimos sectores de clases medias en riesgo de precarización, cuyo futuro no es de preocupación oficial por el pecado virginal de ser “aspiracionistas”.

Los sistemas de salud públicos están colapsados, sin medicamentos, sin equipos para funcionar debido a irresponsables decisiones que, en aras de un falso combate a la corrupción, ha provocado centenares de miles de muertes por COVID y muchos más padecimientos, muertes de las cuales cínica y desfachatadamente “el señor presidente» dice que se hace responsable.

Qué decir de la otra gran bandera de campaña en 2018 que fue el combate a la inseguridad y la consecuente pacificación del país: ¡Un absoluto fracaso! Las cifras no mienten. Peor que Calderón y Peña Nieto. No solo por muertes violentas y desplazados, sino también por las escandalosas alianzas de este gobierno con El Chapo y otros grupos criminales para ganar elecciones. El resultado de estas alianzas malditas lo vemos en las noticias macabras de todos los días, las cuales revelan que la delincuencia va ganando la batalla y nos deslizamos hacia un Estado Fallido, para no calificarlo de “narcoestado”.

La lista de la serie de deterioros parece interminable. Más trágico y  espeluznante sería que nos acostumbráramos a esta pesadilla . Cada día es mayor la desesperación y la indignación, así como el grito de quienes nos reclaman “ya saquen a este monstruo que no quiere a México”.

Por eso mismo no dejo de recordar, insistentemente, a Benedetti con su poema “De qué se ríe”: “En una exacta foto del diario/señor ministro del imposible/ Vi en pleno gozo y en plena euforia/ y en plena risa su rostro simple/ Seré curioso, señor ministro, de qué se ríe, de qué se ríe?”.

Y por ello mismo, y para dejar claro que esto no debe continuar,  recordarle al primer mandatario mexicano la última estrofa de ese poema: “De qué se ríe… después de todo usté es el palo mayor/de un barco que se va a pique… de qué se ríe?”. No permitamos que vayamos a pique.

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