El COVID-19 nos obligó a todos a atender, entender y a disciplinarnos: a los poderosos, a los empresarios y banqueros, a los trabajadores y sus líderes, a los viejos y a los jóvenes, a estudiantes y maestros. A los médicos y otros profesionales, a los intelectuales, a los artistas, a los periodistas, a los deportistas, a los políticos, a los gobernadores, a la delincuencia, a religiosos, a los creyentes y a los agnósticos. A los que saben qué hacer y a los que no. Vamos, el Coronavirus nos puso de rodillas a todos, al Papa entre ellos. Está aislado.
Frente a un riesgo sanitario global no vivido por esta generación, utilizar el sentido común, poner el ejemplo y actuar responsablemente como un líder cuyos actos y palabras influyen en millones de personas es lo que tendría que verse en la actuación del Presidente de México. Mientras tanto, las decisiones federales están en un impasse riesgoso. Gobiernos estatales, empresas, instituciones de educación y la sociedad organizada toman medidas, a falta de un presidente que sigue de gira, dando besos y abrazos ¿Se está inmolando o qué busca con su actitud de “iluminado”?
Todos a recluirnos en casa. Hábitos de higiene estrictos. A abastecernos sin hacer compras de pánico. Evitar socializar y la proximidad peligrosa. Estamos de rodillas frente al Coronavirus. A solidarizarnos con los adultos mayores. Los niños y jóvenes sin clases (magnífica decisión). A seguir estudiando en casa y establecerles rutinas. La prevención a tiempo es la clave. Nadie está exento de contagiarse y enfermar. Ahí están Italia que reaccionó tarde, y España en situación extrema.
Los hechos mueven a la reflexión, a la acción, a la parálisis, quizá. Sabemos que la vida de todas y todos está en juego. Los medios de comunicación y las redes sociales hacen que la pandemia tenga un impacto emocional diferente. Su misión es informar y orientar, clara y verazmente, no confundiendo ni difundiendo contenidos no comprobados. Quédese en casa. Así, el tiempo de sanar será más corto. Mientras tanto, “la mano invisible” del poder en el mercado global de las naciones podría establecer nuevos equilibrios, frágiles y precarios, en diversos órdenes. El COVID-19 puede ser la puntilla a la globalización. El cierre de las fronteras y las economías de los países traerá consecuencias.
Margarita Jiménez / La Hidra Digital
margaritajimenez20@gmail.com
@MargaJimenez4