OPINIÓN

Mi escuela

Arnulfo Valdivia Machuca

Amo la brisa fresca de la mañana mientras despierto mi cuerpo con ejercicios que me regalan fuerza, flexibilidad y condición física. Aunque de repente disfruto más relajar mi mente en la clase diaria de meditación.

En mi escuela, el desayuno y el almuerzo no sólo son tiempos libres, sino clases de nutrición y anatomía, donde aprendo sobre el efecto de cada tipo de alimento sobre las distintas partes de mi cuerpo.

Sigue mi clase de Prosperidad, donde la maestra combina las matemáticas con la contabilidad y las finanzas para practicar ejercicios de ahorro, inversión y multiplicación del dinero.

Aún no sé qué quiero hacer cuando crezca, pero el Espacio Vocacional ¡me encanta! Es como una gran sala de juegos donde puedo pintar, construir, tocar y grabar música; hacer lo que me plazca, para que mis maestros conozcan mis capacidades y las fortalezcan.

Cada tercer día hacemos el Paseo Biológico, donde nos explican todo sobre la naturaleza y la sustentabilidad de la tierra; los otros días tenemos Taller de Fabricación Química y Taller de Vida Física, donde aprendemos muchos principios para comprender el mundo y crear productos industriales y alimenticios, que después comercializamos en la clase de Prosperidad.

El castellano y el inglés nos los enseñan con ejercicios de redacción, argumentación, debate y con ejercicios donde analizamos lo que investigamos, para después sintetizarlo una y otra vez.

A diario tenemos clase de Humanismo. Ahí aprendemos sobre derechos humanos, convivencia social, respeto a las diferencias; y todo lo hacemos estudiando a grandes filósofos, pensadores y escritores de ficción.

En la clase de El Mundo, aprendemos sobre distintas culturas; entendemos su historia y practicamos ciertos tipos de interacciones, a veces para causar guerras y otras para promover la paz. Cada clase, el maestro nos pide defender ideas y no ideologías.

Yo amo mi escuela, porque en ella aprendo a ser y a hacer. Mi clase de Relaciones incluye sesiones de bienestar mental y de manejo emocional. Y para terminar el día…

“¿Qué diablos estás escribiendo, Miguel?” -interrumpió la maestra- “Por estar distraído, ponte de pie y repite el pretérito pluscuamperfecto del verbo asir.” Avergonzado, le fue imposible.

“Veamos entonces si puedes pasar al frente y resolver la raíz cuadrada de 2741.” Tampoco pudo “¿Lo ves? No pones atención. Eres un inútil. Mañana al mediodía darás cinco vueltas al patio durante la clase de educación física”, concluyó terminante.

Quizá sea momento de cambiar lo que enseñamos y cómo lo hacemos. Quizá sea momento de educar para la vida y no más para aprobar los exámenes, esos sí inútiles, de la maestra de Miguel. Es opinión pluscuamperfectual de tu Sala de Consejo semanal.

@arnulfovaldivia

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