CARLOS RAVELO

Fue Pito Pérez sabio y genio

Carlos Ravelo Galindo, afirma:

Otro año que ha pasado a contar entre los muertos.

Aprende del ayer. Vive el hoy. Y confía en el mañana, como nosotros.

Si alguien no lo cree admito, como siempre, su crítica. O su aplauso.

Lo que sea, será bienvenido.

Para los que también nos preguntan sobre don Jesús Pérez Gaona, mejor conocido como Pito Pérez.  Y de su autor José Rubén Romero, como nosotros, se lo agradeceremos.

Les contamos.

El 4 de julio se cumplieron 64 años de la muerte de José Rubén Romero, escritor y diplomático mexicano que perteneció a la Academia Mexicana de la Lengua -escribió novela, poesía, cuento, ensayo, artículos en revistas- y se volvió célebre gracias a su novela La vida inútil de Pito Pérez, publicada por primera vez en México en 1938. La Vida Inútil de Pito Pérez.

Pito Pérez es un hombre de gran ingenio, como lo demuestra en todas y cada una de sus reflexiones, en la forma en que critica al juez que lo encierra cuando no puede pagar diez pesos de multa, o como califica a los políticos diciendo que la profesión de déspota es más fácil que la de médico.

Como describe la arrogancia de los ministros ante los hombres que no tienen cargo y su servilismo ante la presencia de un hombre tan igual a ellos como un presidente.

La familia de Pito Pérez se compone de numerosas hermanas y sus hermanos Joaquín, el clérigo y Francisco el abogado, uno para salvar las almas de su familia y otro para salvarlos de los hombres.

Para él no hubo una carrera.

En su casa lo reciben como si nunca se hubiera ido. Una vez recuperado se pasea por el pueblo y en la tienda proclama los milagros de la Virgen de la Salud de Pátzcuaro, tan milagrosa que concede a los devotos cuanto se le pide.

A sabiendas de que el dueño de la tienda era devoto, Pito Pérez eleva una plegaria y pide a la Virgen que, si es tan milagrosa, les dé de beber.

Para no dejar en mal a la virgen, el tendero llena los vasos y les repite el “milagro” diez veces.

En el amor Pito Pérez es infortunado, la primera mujer a la que amó nunca supo lo que sentía, pues era mayor que él y además prefirió a su hermano Francisco.

Al regreso de su primera correría, Pito Pérez entró a trabajar a la tienda de su tío, donde se enamora de una de sus primas:

Chucha, mujer inteligente que a base de coqueteos logra que Pito Pérez robe las monedas del cajón del dinero, y le hace disminuir notablemente la cantidad de alcohol que para esos tiempos consumía.

Pero Pito Pérez no tenía valor para pedir la mano de Chucha, por ello pide ayuda a un vecino, con tal tino que el viejo pidió a la muchacha, pero no para Pito sino para él mismo.

Luego de eso, Pito Pérez volvió a abandonar el pueblo. Da a Chucha por muerta y de vez en cuando va al cementerio a llevarle flores, lo que no le hace mucha gracia a Chucha y al marido menos, pues para su desgracia eso no es cierto.

Después de ello conoció a otra mujer. Soledad, con quien disfrutó de un romance que no duró mucho.

Y “porque no hay pena comparable a la de morirse” -diría el famoso vagabundo creado por este autor-, recordamos la fecha con una colección de frases extraídas del “Testamento” de Jesús Pérez Gaona, alias “Pito Pérez”, cuyo cadáver, según cuenta la novela, fue descubierto por un grupo de vecinos madrugadores sobre un montón de basura, con la melena en desorden y lleno de lodo.

Y así “mezcladas con el polvo de la tierra se perdieron, para siempre, las cenizas inútiles de un hombre…”, amigo del alcohol con dotes de poeta, cuya voz representó una crítica a la injusticia social que continuó aun después de la Revolución Mexicana y de los abusos de la Iglesia sobre el pueblo:

 

“Lego a la humanidad todo el caudal de mi amargura”.

“Para los ricos, sedientos de oro, dejo la mierda de mi vida”.

“Para los pobres, por cobardes, mi desprecio, porque no se alzan y lo toman todo en un arranque de justicia”.

“No creí en nadie. No respeté a nadie. ¿Por qué? Porque nadie creyó en mí, porque nadie me respetó. Solamente los tontos y enamorados se entregan sin condición”.

“¡Libertad, Igualdad, Fraternidad! ¡Qué farsa más ridícula! A la Libertad la asesinan todos los que ejercen algún mando; la Igualdad la destruyen con el dinero y la Fraternidad muere a manos de nuestro despiadado egoísmo”.                                                                       “Esclavo miserable, si todavía alientas alguna esperanza, no te pares a escuchar la voz de los apóstoles: su idea es subir y permanecer en lo alto, aun aplastada tu cabeza”.

“Tuve amigos que me buscaron en sus días de hambre y me desconocieron en sus horas de abundancia”.

“Cercáronme las gentes, como a un payaso, para que las hiciera reír con el relato de mis aventuras, ¡pero nunca enjugaron una sola de mis lágrimas!”.

“Humanidad, yo te robé unas monedas; hice burla de ti y mis vicios te escarnecieron. No me arrepiento, y al morir, quisiera tener fuerzas para escupirte en la faz todo mi desprecio”.

“Fui un borracho: ¡nadie! Una verdad en pie: ¡qué locura!

Y al caminar en la otra acera, enfrente de mí, paseó la honestidad su decoro y la cordura su prudencia; pero del coraje de los humildes surgirá un día el terremoto y entonces, no quedará piedra sobre piedra”.

“Humanidad, pronto cobraré lo que me debes”.

Obvio genio y sabio. Quién lo duda.

Carlos Ravelo Galindo / En las nubes

craveloygalindo@gmail.com

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