CARLOS RAVELO

Un cuento de herencia

Sí, dos gemas. De Octavio García y el también literato, purista, y siempre claro en su sentir y escribir José Antonio Aspiros.

Presentemos la finura cuando se refiere a quien vive y despacha en Palacio Nacional.

A su exposición del mañanero sobre el avión.

Nos dice:

“Leídas tus Nubes de hoy, apreciado amigo, creo que es difícil para todos, «conservadores» o no, acostumbrarnos al lenguaje natural del presidente.

“Y a muchas de sus ideas u «ocurrencias» como algunos les llaman.

“No habla como los anteriores gobernantes que guardaban engolados las formas, sino como él suele hacerlo -supongo- en su trato cotidiano.

“Pero según recuerdo, antes de ser mandatario sí tenía un discurso más formal, sobre todo cuando fue jefe del GDF.

“Como que aflojó el rigor de la retórica y ahora se expresa sin presiones y más natural, a su estilo.

“Se fue al extremo demótico para que todos lo entiendan, y hasta pone énfasis en algunas expresiones y las repite, por si alguien no las captó a la primera.

Nosotros inquirimos sobre demótico. Nos respondió:

“Demótico lo entiendo como popular y hasta populachero; así lo encontré interpretado en alguna de mis lecturas y, en tal caso, sería el lenguaje que todos hablamos en confianza pues, en una de sus acepciones, se refiere a «un género de escritura cursiva (o sea, lenguaje escrito) empleado por los antiguos egipcios para diversos actos privados» (educalingo.com).

“En el otro extremo está el críptico, ese que tiene claves (términos «dominicales») que no todos entienden. Y, claro, hay muchos otros tipos de lenguaje, pero no me he puesto a estudiarlos.

“Y demótico sí está en Diccionario de la Lengua Española, RAE, 2014, página 724: «Dicho de una escritura del antiguo Egipto. De forma simplificada hierática, propia de la casta sacerdotal».

“También se refiere al griego moderno.

“Como sea, «demótico» deriva de una palabra griega que significa «popular», según las escasas tres líneas que dedica al tema la tan socorrida Wikipedia.

“Gracias por la oportunidad de rascarle más al asunto.

“Así les da tiempo a los ociosos hacedores de «memes», para luego reírse de ellos.

“Supongo que otras opiniones serán más duras sobre su lenguaje, pero yo no quiero parecer un viejo intolerante.

“Arriba y adelante. A.”.

Pocos días antes de su paro respiratorio, el poeta, escritor y mejor amigo, don Octavio García, nos entregó un cuento que intituló Muerte de Alberto.

Acaso presentía la propia.

Creemos que lo dejó, como muchos otros, acaso quinientos, de herencia, a quien disfruta con la lectura. Compartimos éste, por lo pronto.

Dejamos los gerundios, que acaso utilizó a propósito. Sabía, claro de nuestro reproche a usarlos, porque destruyen la prosa.

“Alberto murió a los 77 años, tal como estaba escrito en sus juegos infantiles. Hubiera querido mirando al mar, conociendo la armonía que éste representa.

Paseando por las arenas de aquel que lanzó olas de 30 metros sobre pueblos ribereños y al otro día, calmo, mustio, olvidó a los que ahogó.

Caminó arrojando sus culpas al mar, para que fueran esas aguas las que lavaren su pasado.

Antes de partir, Alberto se reunió en la playa con Ana Laura.

La encontró mirando hacia esa enorme masa de agua. Desde el lugar donde estaba, sólo veía esa espalda que mostraba el cobrizo del sol, el brillo del sudor y los pequeños granos de arena, como diminutos diamantes que relumbraran a contraluz.

Se acercó y la abrazó; ella no volteó; un leve temblor de su piel fue la respuesta a la cercanía de su alma gemela. Pareciera que las dos auras se hubieran reconocido y simplemente se fundieran. Miraba hacia el final del océano.

Alberto deseaba, con Ana Laura, irse hundiendo en esas aguas cristalinas, mientras escuchaba los acordes del “Dios nunca muere” y de “A mi manera”.

El escritor decía qué si tuviera que escoger entre los cementerios que conocía, optaría por el mar en sí mismo que es el que más horizontes abarca.

Así, Alberto, después de muerto, navegará junto con los obscuros e invisibles navegantes cuyo espíritu flota sobre las aguas.

Navegar junto a los náufragos cuyas almas el mar ha tragado.

Junto con él murió Laura, su compañera de vivencias. ¿Sería porque ella fue un fantasma que existió, junto con Alberto, sólo en la mente del escritor?

De los amigos, como éstos y muchos otros, se aprende. Pero sobre todo se asimilan para también, en su oportunidad, usarlos.

Carlos Ravelo Galindo / En Las Nubes

craveloygalindo@gmail.com

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