El pragmatismo electoral de Marko Cortés va a destruir los ideales de los fundadores del PAN, Manuel Gómez Morín y de Efraín González Luna. El insinuar llevar a cabo una alianza con el PRI en 2021 es ir en sentido contrario a los prinicipios fundacionales del partido engendrado como una fuerte oposición al cardenismo. En tiempos actuales es darle la razón a la ala más radical de la cuatroté sobre la existencia del PRIAN.
En sentido estricto, en cuestiones electorales el PRI y PAN jamás han creado una alianza. Por ello es que no existe en términos formales ese prianismo y forma parte de aquella frase acuñada por el expresidente Carlos Salinas de Gortari de “política ficción”. En temas legislativos han existido coincidencias a lo largo de los años o más contemporáneo en el pacto por México siguieron al gobierno del sexenio pasado.
Sin embargo, Marko Cortés le apuesta a darle rostro a la alianza electoral PRI-PAN para combatir a “Morenavirus”. Si ver las siglas unidas de ambos partidos es antinatura, conformarlo como un monstruo electoral es caer en el extremo del miedo a un partido que aún mantiene su estructura de movimiento y no termina de dar el estirón como partido político en el poder.
Incluso, es tirar por la borda la la transición democrática lograda por Vicente Fox en el año 2000 y prolongada por Felipe Calderón Hinojosa un sexenio más. Hasta echar a andar la alternancia de poderes en el Ejecutivo. Sin embargo, el PAN tardó más de 60 años en derrocar, en las urnas, a su enemigo histórico: El PRI.
Ahora, Marko Cortés quiere pasar a la historia como el dirigente que unió con “saliva” a los dos partidos que cimentaron el entramado político mexicano.
El exdirigente panista Gustavo Madero advirtió de que ir en alianzas electorales con el PRI podría fracturar a Acción Nacional debido a que “la historia de corrupción del PRI ha contaminado los acercamientos de buena fe que como Partido Acción Nacional hemos tenido en el pasado”.
Las declaraciones de Cortés se dan después que el senador Damián Zepeda rechazara las alianzas con partidos, ya que las consideró como un error histórico.
Además, Zepeda también consideró algo incongruente realizar dichas alianzas, por lo que Cortés explicó que se tratan de medidas sumamente extraordinarias.
Marko Cortés ya trae la pala en la mano y comienza por enterrar la historia del panismo combativo al PRI. La batalla electoral de Manuel Clouthier en 1988, al caño. El debate en el que Diego Fernández de Cevallos vapuleó a Ernesto Zedillo y de paso a Cuauhtémoc Cárdenas en 1994. A la basura. Aunque hay que aclarar que ganar un debate no significa triunfar en las urnas.
Sin embargo, la pelea democrática de Acción Nacional de décadas pasadas ya tiene a su sepulturero. Marko Cortés, al paso que va, se enfila a pasar de pragmático a un zafio del panismo más elemental. Y todo por encabezar una dirigencia timorata ante un nuevo partido en el poder.