Ciudad de México, 31 de diciembre de 2020.- Que ya haya vacunas contra el Coronavirus es una gran noticia para la Humanidad a fin de enfrentar una pandemia que los expertos del mundo reconocen como “fuera de control”; menos en México, país donde empiezan a llegar dosis a cuentagotas y, además, administradas de pésima manera.
Hoy, a 10 meses de haberse confirmado el primer caso de Covid-19 en nuestro país, vivimos una situación catastrófica: Según cifras oficiales, van más de 120 mil muertes por esta causa y, a decir de los expertos, deberíamos de multiplicar -al menos- por tres esta cantidad para tener el dato real de los decesos.
Somos el primer lugar en el índice mundial de letalidad y el cuarto lugar mundial en pérdidas humanas. Por esta razón en los últimos días de noviembre, el director general de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom, exhortó a México a tomarse la pandemia “muy en serio”.
Sin embargo, el presidente López Obrador, nunca quiso corregir la estrategia, nunca quiso usar cubrebocas, nunca quiso dejar sus giras por el país, nunca quiso ser un ejemplo.
Hoy la red hospitalaria está colapsada, no hay camas, ni personal médico suficiente y en las condiciones físicas requeridas; no hay equipos respiradores que alcancen; tampoco tanques de oxígeno y, en los últimos días, nos hemos enterado de una escasez de sedantes para la intubación de pacientes.
Además, por esa emergencia sanitaria se ha dejado de atender a pacientes con enfermedades crónicas de atención especializada, sin dejar de lado de que sigue habiendo escasez de medicamentos para niños con cáncer y no hay vacunas para los recién nacidos. Es terrible.
Por fortuna, la ciencia nos brinda la mayor de las esperanzas: la vacuna contra el Covid-19.
Desarrollar varias vacunas contra esta enfermedad en menos de un año, ha sido una verdadera proeza de las y los científicos, y resultado de la cooperación y coordinación entre gobiernos de distintos países junto a la iniciativa privada y los voluntarios de la sociedad que han participado en las fases experimentales.
La llegada de la vacuna es el anuncio de una nueva etapa de esta crisis sanitaria y debería ser también el inicio de un ciclo de confianza.
Sin embargo, la ineptitud e irresponsabilidad criminal de este gobierno para enfrentar la pandemia nos lleva a tener las peores expectativas de cómo se administrarán las vacunas.
Las primeras decisiones y acciones del gobierno al respecto han encendido las luces de alarma. Se presentó un plan de fases de vacunación que no es más que un calendario que indica cuándo se inmunizará a cada grupo etario, sin tomar en cuenta si tendremos la cantidad de sustancias necesarias y sin incorporar todas las capacidades y potencialidades del sector salud y la participación de los gobiernos estatales -con independencia de su signo político- para contar con la logística adecuada.
Es alarmante que el presidente López Obrador haya tomado la insensata e irresponsable decisión de concentrar la compra, distribución y aplicación de las vacunas, dejando fuera la participación de los gobiernos locales y la iniciativa privada; ¡ah! pero eso sí: Las fuerzas armadas estarán presentes en todas las fases.
¿Cuál es, pues, la intención del gobierno federal al querer centralizar la vacunación? Todo indica que el mandatario está actuando con mezquinos cálculos político-electorales.
Durante toda la pandemia, sólo ha estado enfocado en las elecciones del 6 de junio de 2021 y en su proyecto de supuesta transformación. Ahora, su verdadera intención es hacer del plan de vacunación, un programa clientelar de esencia electoral. ¡Así de ruines!
Por eso no debe permitirse que Morena y el presidente López Obrador lucren con la crisis sanitaria.
Las vacunas no pueden ser un «anillo al dedo» de la «4T». La vacunación debe estar fuera del terreno electoral. El INE tiene la responsabilidad de vigilar que esto no suceda y mantener una posición de firmeza, sin doblarse ante el Ejecutivo.
Twitter: @Jesus_ZambranoG