Participé en la Cumbre Mundial de la Salud que por primera ocasión fue organizada en conjunto con la OMS y contó con la participación de jefes de estado, ministros, líderes de agencias internacionales, representantes del G7 y el G20, la Unión Europea y la Unión Africana, así como liderazgos de la sociedad civil y del sector privado.
De forma paralela también copresidí las sesiones del Comité Directivo de la Alianza Internacional UHC2030, un movimiento global con la misión de acelerar los avances hacia la cobertura universal de salud.
La OMS indica que más de la mitad de la población global no cuenta con acceso a la salud y se estima que cada año 100 millones de personas son empujadas hacia la pobreza por tener que cubrir este tipo de gastos. Además, resulta imposible pensar en la construcción de un mundo más incluyente como indica la Agenda 2030 de la ONU si los gobiernos no pueden garantizar el pleno ejercicio del derecho humano a la salud.
En el 2015 la Asamblea General de la ONU acordó la Agenda 2030 y sus 17 Objetivos; para el 2019 la misma AGONU adoptó una ambiciosa declaración por la cobertura universal de salud. El próximo año será aún más significativo ya que se llevarán a cabo 3 reuniones de alto nivel relacionadas con la salud – Cobertura universal, tuberculosis y, preparación y respuesta para las pandemias – más la cumbre sobre los ODS.
Sin embargo, mientras las mesas globales debaten y acuerdan, la realidad es que el mundo aún está muy lejos de alcanzar las metas que se han establecido en esas reuniones y los documentos adoptados. Es decir, a pesar de que existe un amplio consenso sobre la necesidad de contar con cobertura universal de salud, las cifras nos indican que para el año 2030, 5 mil millones de personas podrían estar excluidas de los sistemas de salud.
Es urgente traducir los acuerdos internacionales en realidades que mejoren la calidad de vida de las personas, es por ello que el multilateralismo debe, en primer lugar, cambiar su foco de atención: las personas tienen que estar al centro de las decisiones. De nada sirven los tratados si no benefician a la gente.
Además, algunas proyecciones del BM y el FMI indican que el mundo podría entrar en una recesión económica, por ello se vuelve aún más importante que las instituciones multilaterales trabajen con los gobiernos nacionales para contar con estrategias de financiamiento, prevención y de eficiencia en el uso del presupuesto para implementar la cobertura universal.
El multilateralismo también debe construir rutas de implementación porque no se puede transformar el mundo desde Nueva York o Ginebra. Para lograr la cobertura universal de salud es indispensable contar con el liderazgo político nacional y en todos los niveles de gobierno, trabajar con legisladores y sociedad civil, incluir al sector privado y la comunidad científica, y desde luego fortalecer los sistemas de salud de la mano de las mujeres. Es fundamental diseñar mecanismos de rendición de cuentas tanto para las organizaciones internacionales como para los gobiernos nacionales.
La pandemia ha dejado más de 18 millones de muertes en el mundo. Aprendamos la lección: cada día que los gobiernos posponen la inversión en salud condenan a los más pobres a enfrentar enfermedades, muerte y mayor marginación. La implementación de la cobertura universal de salud no sólo es un mandato legal, también es un imperativo moral y una cuestión fundamental de justicia que no puede seguir a merced de los vaivenes políticos.