La noticia que el Presidente de México, finalmente se contagió de COVID-19, llegó. Lo pensamos casi inminente por su particular decisión de no atender a las indicaciones de expertos internacionales sobre la necesidad del distanciamiento social, el uso del cubrebocas y hasta el confinamiento en casa en los momentos más álgidos de la pandemia, confiando incluso burlescamente, la preservación de su salud, lo mismo a refranes que a estampitas presuntamente divinas.
La enfermedad del Presidente es una triste consecuencia y sello de este gobierno en ese afán de buscar el impacto político de cada dicho, de llevar la contraria a lo “me canso ganso” que sólo gusta a sus simpatizantes, mientras otros sectores de la sociedad contemplamos ya casi acostumbrados a esperar de este gobierno -y del mandatario- una creatividad casi inagotable para complicar cosas sencillas o para tratar de hacer dudar de la conveniencia de lo que puede ser lógico, con tal de demoler lo que concibe como vestigios de viejos gobiernos u obras de sus adversarios y marcar un cambio hacia algún lado, pero que al tiempo se confirma en mucho como gastos, retrasos y riesgos innecesarios.
Hoy no hemos ganado nada con la manera temeraria que eligió el mandatario para continuar con sus actividades en medio de la pandemia, no es creíble que vayamos mejorando frente a la tragedia y tampoco ha sido útil propiciar debate sobre los diversos aspectos de un tema que debieron manejar con mayor inteligencia y precisión.
Hoy ni sus simpatizantes son más felices ni más prósperos y es indenfendible, tanto como la necedad de involucrar personal no médico en labores de vacunación y vacunarlos para recorrer el país, pero no vacunarse él por no perder simpatía, ni mostrarse como un individuo privilegiado y en cambio si un héroe temerario.
Ojalá que el Presidente se recupere pronto y satisfactoriamente, que igualmente su familia y colaboradores se encuentren sanos. Ojalá en su tiempo de reposo, reflexionara, sobre la real trascendencia de las decisiones y los riesgos que toma para no llegar a ningún lado, que reenfocara reconociendo necesita más eficacia y menos polémica, que no puede confiar sólo en su buena suerte para salir adelante, ni como individuo ni como mandatario y menos cuando intencionalmente complica su circunstancia.
PROVOCACIONES
Varios partidos políticos locales, entusiastas andan pregonando que «generosamente” tienen las puertas abiertas a los ciudadanos que quieran abanderar sus siglas en la próxima contienda; vamos a ver si abundan soñadores o gente con tiempo y dinero de sobra para una aventura electoral, que no sean los decepcionados de otros partidos tratando de subir quizá a su último tren o hacer un buen negocio de temporada.
México también necesita pronta recuperación, cuidándolo mucho. ¡Ojalá!