OPINIÓN

Para grandes males, ¿soluciones mínimas?

Por Gabriela Cuevas Barron

 

La pandemia ha cobrado 18 millones de vidas alrededor del mundo. El covid-19 alteró nuestros hábitos personales e impactó la economía. A la par, la crisis climática empeora con temperaturas más extremas y catástrofes naturales más frecuentes.

 

Aunado a estas crisis – que en sí mismas son un reto enorme para la humanidad – la diplomacia fracasa en varios frentes, siendo la invasión rusa a Ucrania una de las más visibles por sus crueles consecuencias humanas y su impacto en el precio de bienes esenciales como granos, fertilizantes y combustibles. Por otra parte, la OPEP+ disminuirá la producción de petróleo subiendo de nuevo los precios.

 

El Banco Mundial alerta que podríamos estar al borde de una recesión global y una crisis financiera en 2023 como consecuencia del incremento en las tasas de interés que pretenden frenar la inflación: “Varios indicadores históricos de recesiones globales ya están lanzando advertencias… La confianza del consumidor global ya ha sufrido una caída mucho más pronunciada que en el periodo previo a las recesiones globales anteriores. Las tres economías más grandes del mundo (Estados Unidos, China y la zona del euro) se han desacelerado drásticamente”.

 

En México, a pesar de la fortaleza de nuestra moneda, una deuda relativamente controlada y finanzas públicas sanas, resulta poco probable que mitiguemos el impacto de una posible recesión global si no estamos preparados para enfrentarla.

 

La SHCP anunció la segunda versión del Paquete contra la inflación y la carestía (PACIC) que suspende algunas exportaciones y trámites con el objetivo de bajar el precio de 24 productos de la canasta básica. Este esfuerzo será útil para millones de familias, pero representa sólo un pequeño paso frente a la crisis que podríamos enfrentar si, por ejemplo, Estados Unidos entra en recesión.

 

La gravedad del contexto obliga a acciones más contundentes. Entre ellas, es indispensable la reactivación de una banca de desarrollo estratégica: el gobierno tiene que impulsar el crecimiento y no hacer negocio prestando dinero caro, y el financiamiento al campo no puede esperar si queremos lograr la suficiencia alimentaria.

 

Hacer negocios en México es ridículamente complejo. Además de suspender algunos requisitos, la SHCP podría trabajar con la Secretaría de Economía y cuando menos las 22 entidades federativas gobernadas por Morena y sus aliados, para hacer una profunda simplificación administrativa que disminuya la corrupción, recupere la confianza, agilice la creación de empleos y ayude a las PyMEs.

 

La suspensión de trámites debe hacerse también en el rubro de las exportaciones que generan mayor bienestar a las familias mexicanas. La SHCP debe usar la política fiscal y el comercio internacional para detonar el crecimiento; el Congreso aún está a tiempo de aprobar un paquete económico acorde a la seriedad de las circunstancias.

 

La política social – una fortaleza del Presidente – debe ampliarse para garantizar el sustento a las millones de familias que sufren pobreza alimentaria. Ahí continúa pendiente acabar con la gravísima corrupción en Segalmex que no puede seguir impune.

 

Toda recuperación económica debe construirse con las mujeres. El estado tiene que desarrollar la infraestructura para que las mujeres trabajemos y estemos seguras, esto implica desde la creación de guarderías y escuelas de tiempo completo, hasta erradicar cualquier forma de violencia o discriminación.

 

Existen oportunidades aún en tiempos complejos, está en nuestras manos encontrarlas o dejar que la recesión nos arrastre por la falta de una aproximación integral a las crisis interrelacionadas que enfrentamos.

 

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